Monseñor Piris, Obispo de Lerida, es un Ladron




EL Obispo Piris, de Lerida, es un ladrón


jueves, 18 de octubre de 2007

Tras las huellas de Aníbal

Viajar por el Pirineo aragonés es volver al pasado: a paisajes que creíamos perdidos y a formas de vida que no terminan de marcharse del todo. La majestuosidad de sus picos y valles invita a recrearse, a imaginar aquel episodio de cartagineses y romanos, cuando Anibal cruzó con sus elefantes la barrera natural más imponente de Europa.

Les invitamos a un recorrido de fin de semana de apenas quinientos kilómetros en los que exprimiremos todas las riquezas de uno de los territorios más agrestes y espectaculares de la Península Ibérica: el Pirineo central. Cada montaña y cada valle guardan oculta una historia de contrabando, de brujería, de guerras medievales, del maquis o de peregrinos a Santiago de Compostela.

Texto: Sergio Sánchez Lanaspa
Un principio con sentido

Es difícil que Sieste aparezca en los mapas. Nuestro primer destino había sufrido el abandono propio de estas tierras hasta que una pareja de románticos emprendió una inmensa tarea de restauración de lo que fuera desde el siglo XVI la Abadía de Sieste (Boltaña) para convertirla en un fascinante hotel de turismo rural. Poco antes (1 Km.) de llegar a Boltaña desde Aínsa y Barbastro (el acceso más lógico a esta zona) veremos un desvío que cruza el río Ara y remonta la loma que tenemos a nuestra izquierda.

El cartel de la carretera indica Guaso y Sieste (más pequeño). Si por casualidad nos pasáramos el cruce, lo mejor sería que, puestos en harina, visitáramos el casco antiguo de Boltaña, con uno de los subsuelos -plagado de bodegas- más impresionantes del Pirineo. Desde Boltaña, si levantamos la mirada al Oeste veremos Sieste sobre la colina. Allí, adosada a la iglesia, se levanta la Abadía restaurada, donde se conservan los pozos de agua y aceite, la prensa para hacer vino, los arcos de piedra que dan acceso a las distintas dependencias y una atmósfera medieval que nos embriaga y nos transporta al primitivo reino de Sobrarbe (S. X y XI).

Donde cenarPodemos cenar en Sieste (el conejo asado con un ali-oli a base de puré de patata es digno de mención) o aprovechar la cercanía y llegarnos a Aínsa (6 Kms. desde Boltaña) a disfrutar de su cuidada gastronomía. Bodegas de Sobrarbe (Plaza Mayor, 2. 974 500237), Restaurante Fes (Mayor, 22) o Restaurante Callizo (Mayor s/n) pugnan (entre otros) por el título de mejor restaurante de la villa.

El Sobrarbe
Hemos subido en coche hasta el casco antiguo de Aínsa y ante nosotros se ha abierto una plaza inmensa en la que todavía huele a vino, aceite, piel de cabra y manzanilla. Un breve recorrido por el marcado románico del castillo, la plaza y sus callejuelas nos sumergirá definitivamente en un tiempo de cristianos viejos, de tejedores, cesteros y truhanes. En la plaza de la vieja capital de Sobrarbe no hay un arco igual: medio punto, rebajados u ojivales se reparten los porches. Todavía pueden admirarse hoy las dos prensas de vino comunales y llamadores fálicos o patas de jabalí en las puertas que protegen las casas contra los malos augurios. No convendría que se nos hicera muy tarde (algo natural en Aínsa, por otra parte) porque el sábado queremos madrugar.

Por la mañana, una vez repuestos del impacto del paisaje que se divisa desde cualquier habitación de la Abadía, emprenderemos viaje hacia las inmediaciones del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, patrimonio de la humanidad y de los sarrios que lo pueblan. Regresamos a Aínsa, donde buscaremos el desvío hacia Bielsa y la frontera con Francia. Tras escasos nueve kilómetros, nada más pasar Escalona, nos desviaremos a la izquierda hacia el Valle de Añisclo. En apenas 6 kms. alcanzaremos el desfiladero de Bellós. La carretera es de sentido único casi desde la entrada, así que podrá distraerse disfrutando de las moles de caliza y granito que parece van a caer sobre nosotros.

Cuando uno atraviesa el desfiladero comprende en seguida porqué la religiosidad popular (cristiana y pagana) confiere a la zona de la ermita de San Urbez acumulaciones de energía o propiedades curativas a sus aguas y sus sombras. Merece la pena bajar del coche porque en tres minutos andando alcanzamos el puente viejo de San Urbez, una delicia arquitectónica, y la ermita del santo que amansaba a las fieras y que hoy goza del título de patrón de la montaña aragonesa. Dicen que de noche todavía se puede ver a sarrios, corzos y jabalíes bajar a comer a la ermita de Urbicio, empotrada en la pared de aglomerado bajo Los Sestrales.

De vuelta al coche llegaremos en apenas 2 kms. a un cruce. Aquí tenemos dos opciones: o seguir hasta Nerín y coger el autobús 4x4 que nos llevará por el sobrecogedor recorrido de los miradores de Ordesa (desaconsejado para personas con vértigo pues se asciende a 2.200 metros con desfiladeros espeluznantes) o girar en dirección a Vió, Buerba y Puyarruego para desandar lo recorrido y regresar a Escalona después de dominar esta parte del Pirineo desde las alturas de lo que aquí llamán Ballibió (Valle de Vió).

Si optamos por el autobús, el recorrido por el valle de Añisclo -bocadillo en ristre por si se hace tarde- nos llevará cuatro horas, así que lo más conveniente será comer, algo tarde, en Broto (Hotel Pradas. Avenida Ordesa, 7. 974 486004) o en Torla para después salir en dirección a Jaca.

Bielsa y Pineta
Si descartamos el autobús, una vez de vuelta en Escalona nos dirigiremos hacia el Norte (Bielsa-Francia) para alcanzar el valle de Pineta (20 kms desde Escalona) y disfrutar con las moles que rodean el Monte Perdido (3.355 m.).

Una vez bordeado Bielsa, hay un desvío a la izquierda. No hay otro valle como el de Pineta para disfrutar con los gigantes convertidos en montañas -creencia popular- que parece surgieran bajo nuestro coche. Cualquier época es mala para la carretera de Pineta. La nieve del invierno hace mella en el asfalto y los boquetes son frecuentes. Sin embargo, si no superamos los 50 kms/h (sería una pena ir deprisa por este entorno) los distinguiremos y evitaremos sin problemas. Tenemos 14 kms. hasta el fondo del valle. Allí, entre cascadas gigantescas se asienta el Parador Nacional de Bielsa, cuya cocina ha sido premiada en distintas ocasiones (la palma se la llevan las manitas de cerdo rellenas de morcilla, que si se descuida le harán chillar de emoción -no se preocupe, las camareras están acostumbradas-). Un pequeño paseo por las inmediaciones para bajar la comida y al coche, pues vamos a cruzar el Pirineo aragonés casi de punta a punta.

Hacia occidente
Regresamos a Aínsa y tomamos dirección Boltaña-Biescas-Jaca. Una vez pasado Boltaña y los túneles de Baluport, seguiremos por la ribera del Ara, amenazada durante 50 años por el pantano de Jánovas y despoblada por decreto. El paisaje y el río nos evitarán la desolación que producen los pueblos abandonados (casi 300 en la provincia de Huesca). Llegaremos a Fiscal y continuaremos por los Llanos de Planduviar hasta Sarvisé y Broto. Si nos hubiéramos saltado alguna opción y llegáramos antes de comer, merece la pena entrar en Torla y hacerlo en el Hotel Villa de Torla (Plaza, 1. 974 486056). En este caso, el paseo podemos darlo en el Parador de Ordesa -preferible en temporada baja si queremos llegar en nuestro coche-, al que en verano sólo se accede en autobús (5 kms. desde Torla).

Si hemos seguido las recomendaciones anteriores (Añisclo o Pineta), dejaremos Torla y Broto para mejor ocasión y cruzaremos el puerto de Cotefablo en dirección a Biescas y Jaca (desde Bielsa, aproximadamente 125 kilómetros). Para los amantes del románico, la parada en Jaca es inexcusable, y para los viajeros, después de tanta curva, bien se merece uno un pequeño descanso. La Catedral de San Pedro de Jaca (S. XI) no se puede apreciar bien desde el exterior (no hay perspectiva), pero su interior es arrebatador. La oscuridad y lo austero del románico provocan en el visitante una sensación de inquietud, de fascinación religiosa. Nuestro destino esta noche es otra casa de turismo rural en Echo (a 45 kms. de Jaca. 30' aprox.) así que tenemos algo de tiempo para recorrer la capital de facto del Pirineo aragonés (la Ciudadela del XVI, la Torre del Reloj... ).

Dejaremos Jaca, no sin antes haber probado los Huevos de San Urbez (una tapa) en La Cadiera (Domingo Miral, 19) o comprado unos Jaqueses en cualquiera de sus excelentes pastelerías. Saldremos hacia el Oeste en dirección a Pamplona siguiendo el Camino de Santiago, que aparece y desaparece paralelo a la carretera y el río Aragón.

Los Valles
A 20 kms. de Jaca, en Puente la Reina, nos desviaremos hacia el Norte -derecha- en dirección a Echo. Si por la mañana hemos seguido los cauces fluviales del Bellós, Cinca, Barrosa, Ara, Gállego y Aragón, ahora nos toca remontar -las carreteras en montaña siguen normalmente paralelas al curso de los ríos- el río Aragón Subordán, probablemente el más truchero y caudaloso de esta zona del Pirineo.

Entrar en Gaby (Casa Blasquico. Palacio, 1. 974 375007) es entrar en un museo etnológico del llamado Viejo Aragón habilitado como hotelito. A usted se dirigirán en castellano, pero los chesos hablan en cheso (es quizá el único dialecto del aragonés que goza de buena salud). Se autodenominan "andaluces del Pirineo". La mitad son descendientes de contrabandistas y la otra mitad sucesores de insignes hombres del bando perdedor de la guerra. Las chimeneas troncocónicas coronadas con espantabrujas (figuras de animales o religiosas que impiden que las brujas se cuelen por la chimenea) y las flores en los balcones son sus principales señas de identidad. Echo es un pueblo de postal que en Casa Blasquico se hace verbo. Sería injusto recomendar un plato. Déjense aconsejar por Gaby, su propietaria, y su paladar se dará un festín. Después de cenar, un paseo por Siresa (a dos kms.) sería muy recomendable. El Monasterio de Siresa es otra de las joyas del románico de la zona.

Si madrugamos el domingo, una de las propuestas más atractivas sería subir a la Selva de Oza y, si hay fuerzas, a Aguas Tuertas. A la selva llegamos en coche (11 kms desde Echo). Tras la Boca del Infierno, el valle vuelve a abrirse y la llanura que preside el pico Castillo de Acher atrapa el espíritu. Hasta Aguas Tuertas, seguiremos tres kms. más y en el puente de La Mina dejaremos el coche para coger una pista (hay itinerario por las dos orillas del río) que en último caso está señalizada con marcas rojas y blancas (sendero GR). No hay pérdida. El río nos lleva a su nacimiento en una hora de camino. Los meandros recorren la pradera sugerentes. Los hombres primitivos ya conocían el valle -tontos no eran- como lo prueba el dolmen situado cerca del río, detrás del refugio que hemos encontrado en la llanura. Será difícil que llegados a este trance no se nos haga un poco tarde. Si así fuera, un buen sitio para comer es la Borda Bisaltico (974 375388), que la volveremos a encontrar bajando 11 kms. antes de Echo.

De no madrugar -qué pena-, y descartado Aguas Tuertas porque nos llevará casi toda la mañana, lo más excitante sería el descenso de la llamada Boca del Infierno, un pequeño barranco sin excesiva dificultad que recorre los paredones del Subordán visibles desde la carretera. Una cuerda de 20 metros, traje de neopreno, botas de trekking -consultar guía o empresa de aventura para el acceso- y un bote estanco donde llevar algo de fruta, agua, tabaco y demás bastarán para dos horas de descenso embriagador. Sólo hay dos pequeños rápeles o saltos de 6-10 metros. Es recomendable contratar una empresa para el descenso.

Los reinos de Aragón
La comida nos espera. Podemos ir -veinte minutos desde Echo- hacia San Juan de la Peña -¿Recuerdan haberlo dejado de camino?- y comer en Hostelería Santa Cruz (974 361975), que es el establecimiento que preside la plaza de Santa Cruz de la Serós con el permiso de la iglesia y antiguo convento de Santa María, altiva y señorial como pocas. Lo ideal son unas costillitas a la brasa y una ensalada. Algo ligero, que es domingo y hay que volver a casa. Además, aún no hemos probado el reputado ternasco aragonés. Después de comer, subiremos hacia San Juan sin perder de vista los buitres y quebrantahuesos que pueblan el conglomerado donde se encajona milagrosamente el Monasterio. Puede que no lleguemos a tiempo de una visita. San Juan de la Peña -el Monasterio Viejo, S. X y XI- es para Aragón lo que Poblet y Montserrat juntos para Cataluña. Si pueden visitarlo sabrán porqué.

Pero vamos con el tiempo justo y queremos despedirnos del Pirineo desde un tercer reino, después de los de Aragón -Jaca, Echo y San Juan forman el triángulo que lo vio nacer- y Sobrarbe: el "Reino de los Mallos". Primero los de Agüero (los mallos), grisáceos, cálcareos, chatos... Y luego los de Riglos, naranjas refulgentes de aglomerado e inmensos. Allí los dejó el plegamiento de la era terciaria, sin una cordillera donde poder agarrarse.

Buscamos la salida hacia Huesca subiendo hasta el Monasterio Nuevo de San Juan de la Peña y dejándonos llevar por la carretera (en temporada alta está cerrado el acceso a vehículos particulares. En ese caso, deberíamos volver a Puente la Reina y tomar dirección Bailo-Huesca). Debemos coronar y descender para pasar por Bernués, Anzánigo y el pantano de La Peña para, nada más superar el estrecho natural, desviarnos a la derecha hacia Agüero (5 kms. desde el desvío).

Subir hasta la Cueva de los Gitanos cuesta sólo diez minutos. Pregunte en el bar. Volvemos a estar cerca de los buitres y se acerca la noche. Podemos dejarnos llevar y dormir en el magnífico y reluciente Hotel Villa de Ayerbe (Duque de Bivona, 15. 974 380080), quince kilómetros más abajo, para hablar con su director del Everest (Toño Ubieto lo coronó hace algunos años) o de lo que se tercie; o también -para evitar el madrugón si el lunes se acaba lo que se daba- podemos hacer cuatro fotos rápidas de los Mallos de Riglos antes de que se ponga el sol -la mejor vista es desde la carretera- y poner rumbo a casa.

Después de tres días, ni rastro de huellas de los elefantes de Aníbal.¡Pero si no nos ha dado tiempo!

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