Monseñor Piris, Obispo de Lerida, es un Ladron




EL Obispo Piris, de Lerida, es un ladrón


martes, 24 de marzo de 2009

Los templarios: más allá de la leyenda _2

B. La preparación del drama

6. Los problemas inician a partir de la serie de intrigas, maquinaciones, calumnias, y, como veremos, abusos que llegaron hasta niveles de injusticia y violencia insospechados, por parte del rey de Francia, Felipe IV el Hermoso (1268-1314), y de su fiel servidor y hábil jurista Guillermo (Guillaume) de Nogaret (ca. 1260-1313).

Felipe IV promovió una política de tipo absolutista y participó en numerosas guerras con momentos de victoria y con importantes derrotas. Para financiar sus enormes gastos militares no dudó en usar métodos “extraordinarios”. Decidió imponer impuestos a los clérigos y controlar en parte los asuntos eclesiásticos, lo que le llevó a un fuerte enfrentamiento con el Papa de entonces, Bonifacio VIII (Benedicto Caetani o Gaetani, 1235-1303).

Felipe el Hermoso mostró su astucia y su malignidad en diversos momentos de su choque con el Papa. Por ejemplo, cuando Bonifacio VIII envió una bula, “Ausculta fili carissime” (5 de diciembre de 1301) para pedir al rey que se presentase en Roma y respondiese a diversas acusaciones de tiranía y de abuso sobre el clero, Felipe IV mandó quemar el texto papal y lo sustituyó por otro texto falso en el que hacía decir al Papa cosas absurdas que no había afirmado. De este modo, pretendía provocar una reacción de la gente y de parte del clero a su favor, como si fuese víctima de la “malignidad” de Bonifacio VIII.

El rey francés pudo contar, además, con aliados de peso en Italia: dos cardenales de la potente familia Colonna defendían la idea de que Bonifacio VIII era un Papa ilegítimo. Los cardenales Colonna fueron excomulgados, pero consiguieron huir a Francia para pedir la protección de Felipe IV, mientras que algunos de sus familiares en Italia continuaban sus intrigas contra el Papa.


7. En este contexto de tensiones se produjo la tristemente famosa afrenta de Anagni. Cuando el Papa se disponía a emanar, el 8 de septiembre de 1303, el decreto de excomunión contra el rey francés, el día anterior Guillermo de Nogaret consiguió entrar por la fuerza en la ciudad de Anagni (donde residía el Papa), con la ayuda de un grupo de mercenarios y el apoyo de la familia Colonna. Allí apresó al pontífice y buscó maneras de obligarle a la renuncia y a la convocatoria de un concilio. Sólo una revuelta popular de la gente de Anagni pudo liberar a Bonifacio VIII. Pero la salud del Papa quedó seriamente quebrantada: moría el 11 de octubre de ese mismo año.


8. Tras la muerte de Bonifacio VIII, los cardenales eligieron Papa a Nicolás (Niccolò) Boccasini (1240-1304), que tomó el nombre de Benedicto XI y sólo gobernó la Iglesia por un año (1303-1304). En ese breve tiempo hizo importantes concesiones a Felipe el Hermoso y absolvió a los Colonna, pero no a Nogaret, a quien mantuvo la excomunión por la afrenta de Anagni.


9. El cónclave de 1304-1305 fue especialmente difícil y largo, pues en él se enfrentaron, de una parte, los partidarios del rey de Francia y de la familia Colonna, y de otra, los defensores del legado de Bonifacio VIII. Al final, los cardenales eligieron a Bertrand de Got (ca. 1264-1314), arzobispo de Bordeaux, que se encontraba en esos momentos en Francia.

El nuevo Papa tomó el nombre de Clemente V y fue coronado en Lyon. Gobernó la Iglesia de 1305 a 1314. Aunque inicialmente mostró el deseo de partir hacia Italia, por diversos motivos fue posponiendo el viaje, hasta que al final fijó la residencia papal en Aviñón. De este modo, quedó expuesto notablemente a las intrigas del rey y de su fiel ministro Nogaret. Además, contribuyó a que la curia papal fuese cada vez más “francesa”, al nombrar a numerosos cardenales de Francia.

Clemente V estaba aquejado por diversas enfermedades que limitaban no poco su servicio a la Iglesia. Era, además, un hombre muy apegado a su tierra y a su familia, a la que favoreció enormemente. También tenía no poco aprecio por el dinero: llegó a acumular más de 1 millón de florines, de los cuales una importante cantidad pasó a sus familiares, 200 mil florines fueron dedicados a obras pías, y sólo quedaron 70 mil florines para su sucesor.

Con los nombres de Felipe IV el Hermoso, Guillermo de Nogaret y Clemente V estamos ya ante los principales protagonistas de la condena de los templarios, que vamos a presentar en sus momentos más importantes. Conviene, antes de presentar la historia de una tragedia, hacer mención del “proceso” contra Bonifacio VIII, pues nos ayudará a comprender hasta qué punto el rey francés era capaz de inventar calumnias y de suscitar “testigos” en pos de sus ambiciones de poder y de venganza.


10. El “proceso” contra la persona del Papa Bonifacio VIII venía siendo organizado ya desde 1303, y llegó a tomar cuerpo a causa de las numerosas presiones y amenazas que ejercieron Felipe IV y Nogaret (que seguía excomulgado precisamente por haber encarcelado al Papa) sobre Clemente V. Éste intentó de diversos modos eludir el asunto, pues conocía la honradez de su predecesor. Al final accedió a escuchar a los acusadores que se presentasen contra Bonifacio VIII, y luego permitió que se abriese el proceso en Aviñón (1310).

Contra el Papa Caetani no sólo testimonió su agresor, Nogaret, sino una serie de personajes turbios, entre los que no faltaron monjes o sacerdotes indignos, que llegaron a inventar calumnias de lo más pintoresco y absurdo. Alguno acusó a Bonifacio VIII de hereje; otro, de haber asesinado al anterior Papa, Celestino V (ca. 1210-1296); otro, de no mirar a la hostia durante la consagración; otro, de haber dicho que la religión cristiana estaba llena de falsedades; otro, de proferir que las religiones judía, mahometana y cristiana eran invenciones humanas; otro, que no quiso recibir la Eucaristía antes de morir. No es difícil comprender que tal cúmulo de acusaciones, ofrecidas “espontáneamente” y con lujo de detalles, no podrían sino ser motivadas e incitadas por alguna mente resentida y perversa como la de Nogaret. No hay que olvidar esto, para comprender el tenor de las acusaciones y la astucia casi diabólica que se hizo patente en el esfuerzo por destruir a los templarios, también con la mano y la mente de aquel “fiel ministro” de Felipe IV.

Continuará...

2 comentarios:

Leodegundia dijo...

El dinero es el que manda y se suponía que los templarios lo tenían en grandes cantidades, así que como no lo querían entregar, decidieron quitarselos de encima y así quedarse con todo.
Nada nuevo en este mundo.

BOIRA_A dijo...

Eran los prestamistas de antes, precesores de los judios y éstos de los banqueros, pero creo que los templarios tenian mejor corazon que los banqueros.
El poder del dinero es algo que corrompe y est demostrado, las carnicerias y como se cebaron el papa y el rey es algo que levanta los pelos

Un saludo

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