Fiel, más allá de la muerte

Fiel, más allá de la muerte

27/04/2009 CARMEN Bandrés

Era pequeño, pardo y salpicado de rosetones canos; un chucho callejero de humilde planta, más listo que el hambre, siempre junto a Miguel, a quien acompañaba en todos sus menesteres por las calles de Archidona. Cuando un funesto día, Miguel enfermó, el can permaneció junto al lecho de su amo, sin alejarse de él ni un instante durante el largo año que perduró la agonía. Lobi, pues a este nombre respondía el perrito, escoltó al séquito fúnebre hasta el cementerio y se postró a los pies de la tumba hasta que el sepulturero consiguió expulsarlo del cementerio. Mas al día siguiente, Lobi se presentó muy temprano ante la puerta del camposanto y aguardó a que se abriera la puerta, para custodiar el nicho de Miguel. De nuevo desterrado por el guardián, Lobi aprendió el horario del lugar y, desde el alba al crepúsculo, acudía fiel a su cita cotidiana. Así, día tras día, hasta que pereció, atropellado cuando recorría por enésima vez su pertinaz trayecto.

Archidona, sede de una popular Feria del perro, ha resuelto erigir una escultura en memoria de Lobi y, por ende, un homenaje a la lealtad, tan excelsamente representada por el fiel perrillo. Su historia, sin duda tan tierna como entrañable, constituye un espléndido símbolo de una virtud que se desvanece en nuestro tiempo, que ha dejado de estar de moda. Pero Archidona es también ejemplo en cuanto a reconocer el valor de lo propio, pues Lobi ha desbancado a otro candidato al monumento, un skye Terrier escocés. Existe mucho que aprender de este gentil testimonio. Sobre todo por aquellos a quienes tanto pesa reconocer los méritos del vecino mientras porfían por alabar a personajes en la diáspora, tal vez porque su envidioso temple sólo les permite soportar la gloria lejana.

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