Monseñor Piris, Obispo de Lerida, es un Ladron




EL Obispo Piris, de Lerida, es un ladrón


domingo, 21 de diciembre de 2008

7. Los nuevos mercaderes

7. Los nuevos mercaderes


7. Los nuevos mercaderes
Luciani no entendía de dineros ni de negocios; en cuestiones financieras se fiaba completamente de colaboradores fieles y competentes. Sin embargo, en diversas ocasiones afrontó con rectitud y firmeza situaciones comprometidas, cuando estaba en juego la misión y la credibilidad de la Iglesia. Así sucedió con el escándalo económico conocido como el "caso Antoniutti"(1962), con la venta de la Banca Católica del Véneto (1972) y con el problema del IOR, llamado habitualmente Banco del Vaticano (1978).
- El "caso Antoniutti"
En muchos años de dudosa actividad, Carlo Luigi Antoniutti había conseguido levantar en Treviso un notable imperio financiero, un "banco secreto", a base de préstamos que recogía y que invertía en oscuros tráficos bancarios y en especulaciones arriesgadas. Entre los muchos que se vieron atraídos por la perspectiva de un rico negocio estaban el doctor Roberto Dacomo, en calidad de socio capitalista, y dos sacerdotes de Vittorio Véneto: monseñor Stefani, párroco y además consejero del servicio administrativo diocesano, y don Cescon, vicedirector y tesorero de dicho servicio.
El tesorero pretendió ayudar al monseñor, cuando llegaron los apuros, primero con su propio dinero. Al fin, la terrible noticia: Antoniutti está en bancarrota. Intentan evitarla a toda costa para salvar el dinero invertido. El tesorero no ve otra solución: la administración diocesana. Pero no suponía que, con ello, solamente iba a conseguir complicar aún más las cosas.
Viéndose sin salida, lo confiesa todo a su obispo Albino Luciani, que le cesa inmediatamente en sus cargos de curia, quedando la diócesis con un descubierto de más de 283 millones de liras. El 17 de junio, como Calvi veinte años después, Antoniutti muere en circunstancias misteriosas. El 14 de julio de 1965 el tesorero fue condenado a un año y cuatro meses de cárcel. El monseñor dejó la diócesis. En aquellas circunstancias Luciani no dudó en presentar por dos veces su propia dimisión a Juan XXIII, pero el Papa no la aceptó. Al contrario, le dió carta blanca para resolver a su modo la cuestión. La diócesis restituyó hasta el último céntimo a los ahorradores defraudados, como dijo Luciani, "no porque est‚ obligada, sino porque se trata de gente no rica que ha prestado poniendo su confianza en el sacerdote" (115).
- La Banca Católica del Véneto
En 1972, Albino Luciani, patriarca de Venecia, se encuentra por primera vez con el problema del IOR. Su presidente, el obispo Paul Marcinkus, sin consultar a nadie, había vendido la Banca Católica del Véneto a Roberto Calvi, principal administrador del Banco Ambrosiano de Milán (116).
La Banca Católica del Véneto había sido fundada para la diócesis y era conocida como "el banco de los curas". Daba préstamos a bajo y se había distinguido por ayudar a esos sectores de la sociedad que no tienen peso político ni se cuentan por votos, como los deficientes y los minusválidos. Luciani se había mostrado vivamente preocupado por apoyar a los centros especiales de trabajo. Ante el desinterés del Ayuntamiento y de muchas parroquias, se vió obligado a recurrir a los fondos diocesanos y a la Banca Católica (117).
A mediados de 1972, terminaron los préstamos a bajo interés. El IOR había vendido la Banca Católica del Véneto al Banco Ambrosiano de Milán. Los obispos de la región urgieron a Luciani para que se dirigiera directamente a Roma. Con prudencia, Luciani empezó a indagar. Lo que fue descubriendo sobre Roberto Calvi y Michele Sindona le dejó anonadado. Sin embargo, gozaban de la confianza de Pablo VI. Luciani se dirigió a Benelli, entonces sustituto de la Secretaría de Estado, y le contó el problema.
Benelli se explicó ampliamente. La venta de la Banca Católica del Véneto era el resultado de un plan que habían puesto en marcha Calvi, Sindona y Marcinkus. Marcinkus brindaba ayuda a Calvi para disfrazar la verdadera naturaleza de esta y otras operaciones comerciales, sustrayéndolas a la vigilancia de los inspectores del Banco de Italia, al disponer de las amplias facilidades de que gozaba el Banco Vaticano. Fondo de la cuestión: "Evasión de impuestos, movimiento ilegal de acciones".
La reacción de Luciani no se hizo esperar: "¿Qué tiene que ver todo esto con la Iglesia de los pobres? En nombre de Dios"...Benelli le interrumpió: "No, Albino, en nombre del dividendo" (118). Luciani sacó a los obispos vénetos de la Banca Católica. Tras su conversación con Benelli, le comentó a su secretario Mario Senigaglia: "Estoy liberado. Lo he dicho todo" (119). Desde entonces Luciani sabía que algo olía mal en las finanzas vaticanas.
- El problema del IOR
En 1967, Pablo VI había publicado un documento para la reforma de la curia romana (Regimini Ecclesiae Universae. Por lo que a cuestiones económicas se refiere, el Papa quería someterlas todas a un gran organismo, la prefectura para los Asuntos Económicos de la Santa Sede. Sin embargo, la Secretaría de Estado se mantuvo al margen durante años. Y el IOR se mantuvo siempre (120).
Marcinkus y sus colaboradores formaban parte de un estudiado cambio de política económica por parte del Vaticano: despojarse de su opulencia italiana y repartirla en forma de reinversiones entre distintos países. De este modo, el Vaticano evitaba el acoso impositivo del gobierno italiano y se abría a un mercado más vasto en el que los beneficios podían ser superiores.
En un servicio informativo titulado Historia de O.(Ortolani), publicado en 1980, la revista socialista Critica sociale señala que la noche de Navidad de 1969 (el mismo día en que Marcinkus fue nombrado obispo) tuvo lugar en Roma (vía Condotti, 9) una cena histórica: "Los comensales eran Calvi, Sindona y Gelli; el anfitrión, Ortolani. Propósito de la reunión: establecer un pacto de acción entre los dos banqueros, en función del cual Calvi sería ayudado, gracias a los apoyos vaticanos de que gozaba Ortolani, a progresar en el banco (Ambrosiano)". Gelli, por su parte, garantizaría el sostén político a todos los niveles. Así, en febrero de 1971, Calvi accede a la dirección general del banco Ambrosiano, en Milán "el banco de los curas", fundado en 1896 por monseñor Tovini para ofrecer ayuda económica a obras pías y congregaciones religiosas.
En realidad, el Vaticano se convirtió en una especie de paraíso fiscal, explotado por financieros que, al amparo de la logia Propaganda Dos (P2), habían de protagonizar el fraude fiscal a gran escala (121).
Tras la muerte de Pablo VI, el 6 de agosto de 1978, las cosas podían y debían cambiar. En las reuniones previas a la elección de nuevo papa, varios cardenales -entre ellos Villot- protagonizaron una fuerte discusión en torno a los temas económicos. Palazzini protestó porque Vagnozi había presentado el informe financiero, eludiendo el tema del IOR. "El IOR no forma parte de las administraciones de la Santa Sede", se dijo entonces (122).
El 26 de agosto, día de la Virgen de Chestokova, es elegido Papa Albino Luciani. El nombre papal lo lleva escrito: "Me llamaré Juan Pablo". Como dijo el cardenal Jubany, se tuvo en cuenta "sólo el bien de la Iglesia". Desde posiciones claramente conservadoras, se le recibió así a Juan Pablo I: "se consideró con circunspección el advenimiento de este nuevo papa, que pretendía proseguir la obra de Pablo VI, reforzar la colegialidad y convocar un nuevo sínodo. Y sin duda Juan Pablo I era un hombre abierto a ciertas iniciativas atrevidas, así pues a ciertas reformas, de las cuales lo que menos se puede decir es que hubieran servido a la Iglesia" (123).
El día 27 el nuevo Papa encarga a Villot la revisión de todas las actividades vaticanas, especialmente del IOR: "la inspección financiera tenía que realizarse de forma discreta, r pida y completa" (124). El 28 confirma, para el quinquenio en curso, a los principales cargos vaticanos. Por supuesto, ello no excluye que pueda haber cambios.
El 31 de agosto, el periódico económico Il mondo interpela al Papa: "¿Es correcto que el Vaticano posea un banco cuyas operaciones incluyen la transferencia de capitales ilegales de Italia al extranjero?". Además, el periódico impugna las relaciones del Vaticano con "los financieros y especuladores más cínicos del mundo" (125).
Al propio tiempo, durante varias sesiones, Benelli y Felici informan al Papa de las operaciones financieras que han vinculado al IOR con Sindona y le advierten que ahora se fragua otro escándalo mucho peor, el de Calvi: "el Papa los miró fijamente y, con una voz que no le habían oído antes, les dijo que aquello no podía continuar" (126).
El 5 de septiembre, Juan Pablo I recibe al cardenal africano Gantin, que se har cargo de Cor unum, organización de la Iglesia para la ayuda internacional, que hasta entonces dependía de Villot. La Iglesia ha de dedicar una parte de sus recursos financieros a apoyar planes serios de desarrollo en el Tercer Mundo. A continuación, el Papa recibe al metropolita Nikodim de Leningrado, que muere repentinamente en el curso de la audiencia. Según se dijo, de infarto; según algunos, tras beber un sorbo de café (127). Tenía 49 años.
El 12 de septiembre Luciani tiene en su mesa una lista de 121 masones vaticanos. Posiblemente, unos lo fueran y otros no. En la lista figuran Villot y Marcinkus, con los números 041/3 y 43/649 respectivamente. El día 13, se encuentra en Roma Germano Pattaro, llamado urgentemente por el Papa como consejero. Luciani está viviendo "un mes de infierno". O mejor, un "via crucis", como acertadamente le anticipó Felici. En un momento de abandono, Luciani le confiesa a Pattaro: "Comienzo a entender ahora cosas que no había entendido antes. Aquí cada uno habla mal del otro. Si pudieran, hablarían mal hasta de Jesucristo". La curia le acosa por todas partes. La relación con Marcinkus es tensa.
Marcinkus ha dado recientemente esta imagen del Papa Luciani: "Ese pobre hombre, el Papa Juan Pablo I, llega de Venecia, una diócesis pequeña, de gente mayor, no hay más que 90.000 personas en la ciudad, y los sacerdotes son viejos. Y de repente lo meten en un sitio como éste, sin saber siquiera dónde está cada despacho. No tiene ni idea de a qué se dedica la Secretaría de Estado". Dice también: "La suya era una sonrisa muy nerviosa". Y más adelante: "Además tenga en cuenta que no era persona de mucha salud... No tiene usted más que coger el periódico todos los días y ya ver cómo hay cantidad de gente joven que consigue un buen puesto y al poco tiempo se muere. Y no por eso va uno a pensar que los mataron. Pero a éste, porque no se le hace la autopsia... Pero si nunca se les hace la autopsia" (128).
Además, Marcinkus jura que ni él ni nadie en el Vaticano es masón: "en el Vaticano no existe semejante cosa. Se lo juro", le dice a Cornwell. Sin embargo, comenta J. Arias que un día le invitó a su casa un importante monseñor, quien le brindó la posibilidad de ser acompañado por un fotógrafo para sorprender a dos cardenales a la salida de una logia masónica en Roma (129).
Tras la única audiencia que tuvo con Juan Pablo I, Marcinkus comentó con su gente: "¡Qué barbaridad! ¡Parece agotado!". Sin embargo, el padre Farussi, jesuita que entonces dirigía el Radiogiornale de Radio Vaticana da una imagen muy diferente del Papa Luciani y de su circunstancia:
“Mire, hay algo que está fuera de discusión por lo que a mí se refiere. Ese Papa se ganó el afecto popular de la gente corriente. Se le consideraba aún más popular que Juan XXIII. Era incluso más piadoso, más modesto, más simple. Su muerte se presentó de forma tan irresoluble que la única explicación posible parecía ser que había sido envenenado... Le voy a decir algo, y esto no son palabras al viento: detrás de esto había una situación de importante seriedad. Aunque era un buen hombre, había rumores de que iba a limpiar el Vaticano. Se decía que iba a despedir a Marcinkus y a desplazarle... Si se pudiera indagar tranquilamente en el Vaticano, todo el mundo le habría dicho en ese momento: después de la elección, Marcinkus ha cambiado por completo. Estaba deprimido y desesperado.... Después está la sensación de que no quieren aclarar las cosas, por las razones que sean. Nunca hemos sabido, o nunca nos han dicho, lo que ha pasado exactamente. Así que cabe lugar para la sospecha (130).
Quizá no por casualidad aquel sábado, en que fue elegido el Papa Luciani, se leía en todas las iglesias un texto del profeta Isaías, que parecía reflejar las intenciones del nuevo Papa y el temor de Marcinkus:
"Así dice el Señor a Sobna, mayordomo de palacio: Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo" (131).
A partir del 16, el Papa quiere realizar cambios. El más importante sería la sustitución del Secretario de Estado: Villot (73 años, vinculado a anteriores planteamientos) sería sustituido por Benelli. Años atrás, Benelli había sido sustituto de la Secretaría de Estado; además, había sido el gran elector de Juan Pablo I. Según Biamonte, agente del FBI, Benelli era "un formidable adversario de Marcinkus". También el Papa quiere deshacerse del secretario Magee, tan próximo a Marcinkus por diversos motivos (132).
La hermana Irma Dametto, de las religiosas de Burdeos, ha sido confidente de sor Vincenza, que atendió durante veinte años a Luciani. La hermana Irma revela estas cosas: "Juan Pablo I sufrió en Roma porque era tímido", "sufrió mucho y fue incomprendido".
Decía: "La gente grita 'Hosanna' al comienzo, y poco después gritan '¡Crucifícale!'. Confía solamente en Dios y pon tu confianza en El". Una mañana sor Vincenza escuchó sin querer al secretario que le decía al Papa insistentemente, una y otra vez: "Santo Padre, ¡usted es Pedro! ¡Usted tiene la autoridad! ¡No se deje amedrentar ni intimidar!". De todos modos, "cuando él realmente creía que debía hacerse una cosa, no había santo que pudiera detenerle" (133).
Juan Pablo I lo tiene muy claro: no quiere eclesiásticos afiliados a ningún tipo de masonería ni tampoco los quiere implicados en escándalos económicos. Según Yallop, el 28 por la tarde el Papa comunica a Villot su decisión de cortar las relaciones del IOR con el Banco Ambrosiano. En consecuencia, Marcinkus y sus colaboradores serían inmediatamente destituidos: "Hay hombres aquí, dentro de la ciudad del Vaticano, que parecen haber olvidado la verdadera finalidad de la Iglesia. Hombres que han convertido la Santa Sede en una especie de mercado" (134).
En aquel momento, la inspección de Juan Pablo I sobre el IOR estaba a punto de encontrarse con la que el Banco de Italia realizaba sobre las actividades del Banco Ambrosiano. Intimo amigo de Gelli, gran maestre de la logia P2, Calvi "podía contar con puntuales informes sobre las actividades de los investigadores fiscales italianos. También estaba al tanto de que el Papa había empezado a indagar en los secretos del Banco Vaticano" (135).
Juan Pablo I se había informado y había tomado la decisión comprometida, incluso peligrosa: cambio de rumbo en el IOR. Esto no quiere decir que Marcinkus (entiéndase lo mismo de Villot) estuviera activamente involucrado en una conspiración contra el Papa Luciani. Ahora bien, sí pudo actuar como catalizador, comunicando la situación o la inminencia de su cese: "Varios siglos antes un rey inglés exclamó: '¿Es que no hay nadie que pueda librarme de este cura entrometido?'. Poco después la Iglesia católica sumaba otro mártir en la figura de Tomás Becket". Tras la muerte de Juan Pablo I, ante el nuevo cónclave, se comentó que el elegido debía ser un pastor, pero también "un financiero", "un buen administrador" (136).
Al cumplirse el tercer aniversario de la muerte de Juan Pablo I, Marcinkus es nombrado arzobispo y pro-presidente de la Comisión Pontificia para el Estado de la Ciudad del Vaticano. Pero los problemas estaban ahí. El 20 de mayo Calvi había sido detenido y luego puesto en libertad bajo fianza. A este respecto, dice Marcinkus:
"Cuando Calvi estaba en la cárcel, le pregunté a alguien: 'Oye, ¿Qué pasa?', y el individuo me dijo: '¡Bah! Si no te echan el guante, no vales nada'" (137).
El 1 de septiembre el IOR avala a Calvi. Con esta fecha, el IOR envía una carta al Banco Ambrosiano Andino (Perú) y al Banco Comercial del Grupo Ambrosiano (Nicaragua), en la que acepta responsabilizarse de 1000 millones de dólares. Sin embargo, existía otra carta de Calvi al IOR, del 27 de agosto, en la que asegura que dicha aceptación no acarrear responsabilidad alguna al IOR.
Marcinkus lo explica así:
"¡Mire! Calvi sale de la cárcel en 1981 y viene y me dice: 'Tengo problemas y he de ver cómo solucionarlos. Como no puedo ocuparme de todo, hágame el favor de echarme una mano y cuidarme estos asuntos'. No dijo que fueran asuntos nuestros. Le pedí que nos escribiera una carta, una carta aclaratoria, en la que dijera que aquellos negocios ni eran nuestros ni nunca lo habían sido.
Insistí en que se tomaran todas las medidas para disminuir la deuda, y que en año y medio todo tenía que estar resuelto y nosotros desentendidos del asunto. Es como un compromiso fiduciario. No le di garantía alguna ni cosa por el estilo. Lo único que sabíamos era la deuda que había, eso es todo" (138).
El 18 de junio de 1982 Calvi aparece colgado de un puente de Londres y estalla la quiebra del Ambrosiano, quiebra que pagó el contribuyente italiano y que terminó costándole al Vaticano "una devolución, voluntaria, al Estado italiano de 250 millones de dólares" (139). Lo cual manifiesta que entre el IOR y el Ambrosiano había muchos intereses de por medio.
Cuando Cornwell pregunta a Marcinkus por qué pagó el Vaticano semejante suma de dinero si no tenía nada que ver en el asunto, responde: "Se ha equivocado usted de hombre" (140).
Ese hombre podría ser Agostino Casaroli. Secretario de Estado desde julio de 1979 y desde 1980 miembro de la Comisión de Vigilancia del IOR, había llegado con nuevos planteamientos. En febrero de 1981 le dijo a un interlocutor: "Los que nos critican tienen toda la razón. Así no se puede seguir. Tenemos que cambiar".
En marzo de 1981 se negó a aprobar el balance anual del IOR, si no podía estudiar los documentos con suficiente antelación. Y al final de la primavera, se creó una comisión de quince cardenales para estas cuestiones. Según Carboni, sobre el asunto Calvi había dicho el Papa: "Que caiga todo. Dejemos que se encargue el cardenal Casaro- (141).
En el año 1982, Marcinkus queda excluido en los viajes del s‚quito papal. Así sucedió en el primer viaje de Juan Pablo II a España, en el mes de noviembre. Para unos la causa estaba en la notificación judicial recibida por Marcinkus mes y medio después de la muerte de Calvi, en la que se le consideraba sospechoso de complicidad en la quiebra del Ambrosiano. Para otros, el motivo era la oposición del episcopado español, apoyado por las protestas cada día más amplias en contra de Marcinkus. Finalmente, es posible que se tuviera en cuenta otra razón: las amenazas telefónicas y escritas que remitentes anónimos, por encargo de personajes de la mafia, hacían llegar a Marcinkus y al Vaticano (142).
En febrero de 1987 la magistratura de Milán ordena la detención de Marcinkus y de dos colaboradores: Mennini y De Strobel. La orden fue anulada después por el Tribunal Supremo, por ser el IOR un organismo central de la Iglesia Católica, al amparo del concordato firmado en 1929 entre Italia y la Santa Sede (143).
Finalmente, el 9 de marzo de 1989 se anuncia el cese de Marcinkus como presidente del IOR. De forma discreta, el cese se produce en el contexto de un cambio profundo de la estructura del IOR, ahora "más colegial y sometida a varios controles, de forma que resulten imposibles algunas operaciones que en el pasado comprometieron la credibilidad de la Santa Sede" (144).
Al parecer, el Vaticano había prometido dicho cambio al Estado italiano, tras la quiebra fraudulenta del Ambrosiano. Una comisión cardenalicia de cinco miembros, nombrados por el Papa para un período de cinco años, vela por la fidelidad del IOR a sus estatutos. Un prelado, no obispo, nombrado por la citada comisión, sigue la vida del instituto, pero sin ninguna función ejecutiva ni de gestión. Un consejo de administración vela por la actividad financiera; entre sus funciones figura la de nombrar director y subdirector del IOR - siempre seglares - y de tres censores de cuentas. Recientemente, el Vaticano ha nombrado presidente del Consejo de Administración del reformado IOR. La elección ha recaído en Angelo Caloia, presidente del Medio Crédito Lombardo, cuyos puntos de apoyo han sido siempre tres: la Democracia Cristiana, el arzobispado de Milán y el Opus Dei. Previamente, el Papa había ofrecido la presidencia del IOR a otros cuatro banqueros, que rechazaron la oferta; entre ellos, Giovanni Bazzoli, presidente del nuevo Banco Ambrosiano. Asímismo, el Papa ha nombrado al cardenal Suquía miembro del Consejo Cardenalicio para asuntos económicos.
Ultimamente, jueces romanos han interrogado durante siete horas al obispo checo exiliado en el Vaticano, Palev Hnilica, acusado de haber pagado 120 millones de pesetas con dos cheques del IOR, para recuperar el maletín que Calvi llevaba siempre consigo y que había desaparecido misteriosamente. El 1 de abril de 1986 el periodista Enzo Biagi presentó el maletín (con llaves y documentos) en un programa de televisión. Según la viuda de Calvi, del maletín faltaban los documentos más importantes, los preparados "para la venta del 16% de las acciones del Banco Ambrosiano al Opus Dei".
Los jueces han sabido por Giulio Lena, empresario romano encarcelado por tr fico de dinero falso, que un personaje descono-cido estaba tan interesado en hacerse con el maletín de Calvi,que pagó esa cuantiosa suma a trav‚s del obispo checo. El obispo ha afirmado que Carboni -empresario sardo actualmente encarcelado, brazo derecho de Calvi- le dijo que tenía 4.000 millones de pesetas bloqueados en un banco de Suiza y que para hacerse con ellos necesitaba algunos cheques del IOR como garantía; además, le prometió ayuda para sus exiliados del Este. El obispo dice que los cheques en blanco lo dió en buena fe a Carboni, a quien conoció "a través de personalidades eclesiásticas de la diócesis de Roma".
La lección del IOR enseña que, aun en el mejor de los casos, la Iglesia -que es comunidad- no debe vivir de los negocios, sino de la comunicación de bienes; por tanto, de aquella confianza a la que invitaba Jesús: "Mirad los pájaros del cielo" (145).
Recortes de prensa

4 comentarios:

Anónimo dijo...

no se puede servir a dos señores, ya sabes

s

BOIRA_A dijo...

No, no se puede servir a dos señores, por eso se cargaron a Juan PabloI y por lo mismo JP II no quiso saber nada de este asunto, le interesaba más servir a dos señores son las dos caras de una misma moneda

Un saludo y gracias Felices dias

Juan José López JARILLO dijo...

Esos señores solo sriven a un dios: El dinero

BOIRA_A dijo...

jarillo tu si que sabes hubo mucho dinero sucio y por dinero sucio se cargaron aun papa que iba a enajenar el tesoro de la iglesia para remediar muchas necesidades, su primer gesto fue decir que el no se ponia loa Triple Tiara ni ninguna cruz pectoral de oro porque llebaba la que le habia regalado su madre con gran esfuerzo
Eso fue mucho para el vaticano y se lo cargaron

Pasa Buenos dias

Blog Hispanico

Enlance a Directorio maestro

Directorio de blog de España

Directorio de blogs en España