Monseñor Piris, Obispo de Lerida, es un Ladron




EL Obispo Piris, de Lerida, es un ladrón


sábado, 7 de febrero de 2009

Epílogo



Epílogo

Todo lo que hemos ido viendo se puede resumir en 40 preguntas.
Estos interrogantes marcan una línea de investigación, ya hecha o por hacer. Además, son cuestiones que los responsables vaticanos deben decididamente afrontar y adecuadamente responder para terminar con un estado de cosas incompatible con la verdad y la justicia del evangelio. La Iglesia y el mundo tienen derecho a saber.

Se trata de hacer justicia a Juan Pablo I, de proclamar su testimonio. El testimonio de Albino Luciani es una brillante luz de nuestro tiempo que ha de colocarse no bajo el celemín, sino sobre el candelero, aunque con ello aparezcan también desconchados y grietas de la casa.

1. ¿De qué murió Juan Pablo I?
2. ¿Por qué se retrasó tanto (casi tres horas) la noticia de su muerte?
3. ¿Por qué no se hizo la autopsia? ¿Tenía la Iglesia algo que perder? Si se hizo la autopsia, como algunos sostienen, ¿por qué no se dijo?
4. Cuando fue encontrado el cadáver de Juan Pablo I, estaba todavía tibio. ¿Por qué se dijo que murió probablemente a las 23 horas del día anterior?
5. ¿Qué papeles tenía Juan Pablo I en las manos, en el momento de morir?
6. Aparte de no presentar ningún síndrome cardiopático, Luciani tenía la tensión baja, no fumaba nunca, raramente bebía alcohol, comía parcamente. ¿En qué se apoya el comunicado oficial para hablar de infarto?
7. Además, la forma en que se encuentra el cadáver no responde al cuadro típico del infarto; se trata, más bien, de una muerte dulce, en la que no ha habido lucha ni dolor. ¿Podría responder a una muerte provocada por sustancia depresora y acaecida en profundo sueño?
8. Si la luz estuvo encendida toda la noche y, además, el cadáver del Papa estaba todavía tibio cuando fue encontrado, ¿no encajan mejor estas circunstancias en un proceso sueño-coma-muerte, desarrollado durante la noche?
9. ¿Por qué se intimidó a sor Vincenza a no decir nada?
10. Diversos relatos dan el detalle de la sonrisa del cadáver. ¿Respondería también a una muerte dulce?
11. A mediodía del 29, el cadáver tenía un tono rosáceo y el tono gris no apareció hasta el día 30 ¿Qué puede significar?
12. ¿A qué hora se realizó el embalsamamiento? ¿Hubo prisas por embalsamar el cadáver?
13. Juan Pablo I fue embalsamado sin extraerle sangre ni extirparle las vísceras, mediante inyección de líquidos anti-pútridos. ¿Por qué se utilizó esta forma de embalsamar?
14. ¿Se llamó a los embalsamadores Ernesto y Renato Signoracci al amanecer del día 29 y se los recogió a las 5 de la mañana en un coche del Vaticano?
15. ¿Tomaba Juan Pablo I medicinas? ¿Cuáles eran?
16. Los hermanos Gusso, camareros de Juan Pablo I, vénetos y amigos de Lorenzi, fueron destituidos, a pesar de la oposición del propio Lorenzi ¿Estaba justificada dicha destitución? ¿Quiénes los sustituyeron?
17. Algún día antes de morir ¿le dijo un médico al Papa: 'Usted tiene el corazón a trozos'? ¿Quién fue?
18. ¿Se le dió un vasodilatador a un hipotenso, como Luciani?
19. ¿Interesaba a alguien la muerte de Juan Pablo I?
20. ¿Recibió amenazas de muerte en su mes de pontificado?
21. ¿Era recto y firme en cuestiones de dinero?
22. El asunto del Banco Ambrosiano le ha costado al Vaticano más de 240 millones de dólares. ¿No manifiesta esto que entre el IOR y el Ambrosiano había muchos intereses de por medio?
23. ¿Pretendió Juan Pablo I dar una nueva orientación al IOR, más en consonancia con una Iglesia de los pobres? ¿Pretendió terminar con la relación del IOR con el Banco Ambrosiano?
24. El Vaticano, al estar asociado con Sindona y con Calvi, miembros de la P2, ¿no estaba también asociado, directa o indirectamente, con Gelli y Ortolani, jefes de la P2?
25. ¿No resulta sorprendente la serie de asesinatos y atentados violentos con fines intimidatorios, relacionados de una u otra forma con la logia P2 (Alessandrini, Pecorelli, Ambrosoli, Varisco, Giuliano, Rosone)?
26. ¿No llama la atención la serie de muertes relacionadas con la quiebra del Banco Ambrosiano y acaecidas en 1982, año en que estalla la crisis de dicho banco (Calvi, Corrocher, Dellacha)?
27. Los cardenales Felici y Benelli, hombres de confianza de Juan Pablo I, murieron en 1982; según algunos, cuando aún estaban cotejando pruebas de las enmarañadas finanzas y relaciones del IOR. ¿Se sabe con certeza de qué murieron?
28. El metropolita Nikodim de Leningrado murió repentinamente hablando con Juan Pablo I, ¿se le hizo la autopsia?
29. Ortolani, brazo derecho de Gelli y Gentilhombre de su Santidad desde 1963, ¿tenía fácil acceso a las dependencias del Vaticano?
30. ¿Por qué desde 1978 utilizaba Gelli la clave "Luciani" para llamar por teléfono a Calvi y pedirle dinero?
31. ¿Ha pagado el Vaticano una fuerte suma de dinero por el maletín de Calvi?
32. ¿Se ha distorsionado la figura de Juan Pablo I?
33. ¿Fueron extraordinarias, como se dijo, las medidas de seguridad tomadas durante el funeral de Juan Pablo I? ¿Se agudizaron los temores de Juan Pablo II poco después de su instalación en el Vaticano? ¿Por qué adoptó especiales medidas de seguridad?
34. Si la muerte de Juan Pablo I se produjo por causas naturales, ¿no hay demasiadas cosas que resultan inexplicables?
35. Si la muerte de Juan Pablo I se produjo de forma provocada, ¿se entiende entonces todo?
36. ¿Qué significa la obstrucción (y aun la represión) de la investigación sobre la muerte de Juan Pablo I?
37. ¿No es escandalosa la postura de muchos católicos que no quieren saber nada de la muerte de Juan Pablo I?
38. Con la autopsia (y los sistemas auxiliares) aún hoy podría descartarse el infarto o detectarse veneno de metales pesados. Por supuesto, también podría verificarse si, en su momento, se hizo la autopsia. ¿Estaría el Vaticano dispuesto a una exhumación del cadáver?
39. ¿Estaría dispuesto el Vaticano a abrir los archivos secretos para facilitar la investigación sobre la muerte de Juan Pablo I?
40. Con la coherencia y convergencia de los datos e indicios, de que se dispone en este momento, ¿estaría justificada una investigación judicial en cualquier Estado de Derecho?
Si no se responde adecuadamente a estos interrogantes, la nueva evangelización quedar desacreditada como vieja comedia, desgraciada y estéril. De nada sirve decir que no hay pruebas, si se ha optado por la ocultación y la oscuridad. Datos, indicios y signos abundan por doquier. Hoy día, si se quiere conocer la verdad, hay datos suficientes, que ningún juzgado del mundo despreciaría, que además son de dominio público y que revelan a Juan Pablo I como mártir de la purificación y renovación de la Iglesia. Como Juan el Bautista, bajo cuya protección fue bautizado, Juan Pablo I encontró la muerte en el momento "oportuno", solo e indefenso, en medio de una oscuridad eficazmente mantenida por intereses ocultos. Las cosas no pueden quedar así.
Como dice el Señor, se pedirá cuenta (236).
* * *

Recientemente, del 10 al 17 de septiembre, he estado en Tenerife, dirigiendo un curso de inspiración catecumenal en la parroquia de La Vera. Precisamente, esos mismos días el cardenal bibliotecario y archivista del Vaticano predicaba el quinario del Cristo de la Laguna; dada, además, unas conferencias en un convento de Garachico, antigua capital de la isla. Fui con un grupo de catequistas a la conferencia del sábado. El tema era la misión de los laicos en la Iglesia de hoy. Tras la conferencia, que fue en la capilla, no hubo diálogo, sino una misa solemne. La primera lectura hablaba del "becerro de oro", ese falso dios ante el que se postra el pueblo de Israel (237). En la homilía el cardenal habló de la Virgen. Al parecer, sin inspirarse en el canto del Magnificat
Por supuesto, no esperábamos que revelase ningún secreto vaticano.
Al día siguiente, de vuelta hacia Madrid, leí en el periódico un artículo que me llamó la atención. Era de un sacerdote que es, precisamente, hermano del cardenal. No sé por qué sacaba a colación el lamento del poeta Neruda: "Busqué a los sabios sacerdotes,/ los esperé después del rito,/ los aceché cuando salían/ a visitar a Dios y al diablo./ Se aburrieron con mis preguntas./ Ellos tampoco sabían mucho;/ eran sólo administradores" (238).

No pude menos de recordar lo del día anterior. Pero también lo de hace veinticinco años. El ahora cardenal daba un curso de ecumenismo en la Universidad Pontificia de Salamanca. Respondiendo a mis preguntas, comentó en el viejo claustro salmantino:
"Ciertamente, es importante el mandato de Pablo: tenete traditiones, "mantened las tradiciones" (239); pero no podemos olvidar el encargo de Cristo en la parábola de las minas: negotiamini dum venio, 'negociad mientras yo vuelvo' (240). Lo decía convencido, entregado al servicio de la renovación eclesial. No creo que el cardenal haya perdido su talante abierto al diálogo ni tampoco su capacidad de negociar en sentido evangélico. Como es obvio, le corresponde al Papa Juan Pablo II la más alta responsabilidad de curar esa herida mal cerrada de la muerte y figura de Juan Pablo I. Se dijo acertadamente en 1985: "Quizá el Papa Wojtyla podría tomar la iniciativa de una clarificación que diese al mundo la paz sobre la persona de Luciani. No se podrá esconder indefinidamente la verdad" (241).

Roma tiene la palabra. ¿Acaso tiene algo que perder? ¿No tiene mucho que ganar? Mientras llega el día en que venga el Señor, también Roma ha de negociar con las minas recibidas; también ha de dar testimonio de que cree en la luz y de que conviene vivir como hijos de la luz, según el aviso de Pablo: "Vosotros, hermanos, no vivís en la oscuridad, para que ese día os sorprenda como ladrón" (242).

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