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jueves, 18 de diciembre de 2008

Biografía de Alfonso I El Batallador, Rey de Aragón




Biografía de Alfonso I El Batallador, Rey de Aragón
Introducción

Alfonso I, al margen de muchos hechos pintorescos que adornan su biografía, fue uno de los reyes aragoneses más relevantes, especialmente en lo relativo a la consolidación y expansión del reino.

El que pasaría a la historia como Alfonso el Batallador nace cerca de Siresa en el año de 1073, hijo del monarca Sancho Ramírez y su segunda esposa Felicia de Roucy.

Alfonso hereda el trono aragonés y navarro en 1104 al morir su hermanastro Pedro I sin sucesión (ya que los dos hijos de éste habían muerto también).

Es sabido que la educación de Alfonso el Batallador se desarrolla en el Monasterio de San Pedro de Siresa, en un ambiente extremadamente religioso, influido por el espíritu de cruzada, especialmente ferviente en la vecina Francia.

Esta educación va a marcar su vida cuyo eje central será la guerra contra los almorávides para expansionar su reino y el anhelo de servir a la cristiandad mediante la guerra sin cuartel contra el infiel.

En el plano político se trata de un rey de fuerte carácter, muy personalista, que toma decisiones en todos los ámbitos: militar, diplomático, religioso, etc.

También se ha especulado con su posible homosexualidad y su fuerte sentimiento misógino.

La otra circunstancia que también impregna su biografía es la de las continuas desavenencias con su esposa Doña Urraca, que sumirán a Castilla y León en una guerra civil durante casi dos décadas.

Hechos biográficos de la vida Alfonso el Batallador

Las guerras y conquistas contra los musulmanes

Alfonso, ya desde joven y siendo infante, participó en importantes misiones bélicas (como la conquista de Huesca por su padre en 1096).

Su idealista proyecto de cruzada contra los musulmanes le llevó a una continua carrera expansiva que tenía como objetivo la toma de Zaragoza y Lleida y más remotamente la salida al mar a través de Tortosa y Valencia.

Para ello contó con la ventaja de la debilidad militar de los almorávides en el Valle del Ebro, muy alejados de sus bases de Córdoba.

Las continuas batallas acometidas, saldadas casi siempre con victorias, le hizo merecedor del apelativo de Batallador.

El problema que generaron, sin embargo, estas rápidas conquistas fue la necesidad de atraer repobladores, ya que el joven reino no podía abastecer tan rápidamente de hombres y mujeres que poblaran y asegurasen las nuevas plazas tomadas. Ello le obligó a no sólo a conceder fueros muy ventajosos sino a atraer francos y mozárabes de Al-Andalus.

La larga serie de conquistas
Poco después de ceñirse la corona emprende la conquista de Ejea, Tauste, Fitero, Cascante y otras poblaciones de lo que hoy es georgráficamente Las Cinco Villas de Zaragoza y Navarra.

En 1118 hace su más importante conquista, la de la populosa y próspera ciudad de Zaragoza, conviertiéndola en capital del reino de Aragón. Para ello contó con la ayuda de algunos ejércitos franceses que acudieron a la llamada del papa que proclamó los beneficios de cruzada a quienes participaran en la toma de la ciudad, según un concilio celebrado en Toulouse.

Con la gran metrópoli zaragozana cae todo un extenso territorio que le permite avanzar hacia el oeste y el sur, tomando importantes ciudades como Tudela, Tarazona, Borja, Épila, Calatayud, Alhama, Ariza o Daroca, además de repoblar Soria.

La marea cristiana provocó la reacción almorávide que envió un importante ejército para contrarrestar el avance aragonés, pero fue nuevamente vencido en la importante y célebre batalla de Cutanda.

La frontera aragonesa desciende progresivamente hacia el sur, siendo reconquistadas las cuencas de los emblemáticos ríos Jalón y Jiloca rebasando el actual límite provincial de Zaragoza camino ya de Teruel (llega a asentarse en Monreal).

Su siguiente objetivo militar es Lleida, pero su conquista se trunca por la oposición del conde de Barcelona Ramón Berenguer III en 1123.

La expedición a Andalucía de 1125-1126
Si no fueran suficienten tantas conquistas, Alfonso decidió hacer una incursión al corazón de la Andalucía musulmana a través de Teruel y tierras levantinas y andaluzas, alcanzando Málaga y Granada, llegando a las playas de Motril, donde según cuentan metió su caballo en las aguas del Mediterráneo. La expedición se saldó con una intermitente labor de castigo y destrucción y la recogida de mozárabes para repoblar Aragón.

Su matrimonio con Doña Urraca
Al rey Alfonso VI, tras la muerte de su hijo varón Sancho en la batalla de Uclés, sólo le quedaban sus hijas Teresa y Urraca, frutos de sus relaciones con Jimena Muñiz, la primera, y del matrimonio con la reina Constanza de Borgoña, la segunda.

El rey leonés concertó la boda de Urraca con Alfonso I de Aragón para hacer frente al amenazante poder almorávide que había llegado a la Península unas décadas antes y cuyo fanatismo y arrojo guerrero ponían en peligro a la cristiandad hispana.

La boda se celebra en 1109 y en las capitulaciones matrimoniales se establece que el aragonés actuaría como rey de Castilla.

En esta decisión va a surgir uno de los grandes conflictos civiles sufridos en la España cristiana de la Edad Media.

Mientras Alfonso desea ejercer, con todos los predicamentos, el control del reino castellanoleonés, numerosos nobles gallegos se revelan en favor de los derechos sucesorios de Alfonso Raimúndez, hijo de Urraca y su anterior esposo, Don Raimundo de Borgoña. El Batallador acude a Galicia y vence a la nobleza gallega en el castillo de Monterroso.

A este primer conflicto se suman las continuas desavenencias políticas y personales entre ambos cónyuges, por su difícil carácter, lo que provoca una incesante suerte de conflictos bélicos entre los bandos de seguidores de Urraca y su hijo y los ejércitos del Batallador.

Esta guerra civil, salpicada de traiciones y cambios de bando de numerosos personajes relevantes de la época, se asemeja a un relato literario de ficción o de aventuras por los hechos tan rocambolescos que acontecen en un breve lapso de tiempo.

Para conocer más detalles de estos acontecimientos, visite la página dedicada a:

Doña Urraca
Este sangriento conflicto entre cónyuges, reyes y reinos se ve interrumpido por breves lapsos de paz, acuerdos y reconciliaciones que rápidamente vuelven a dejar paso a los enfrentamientos.

Algunos miembros de la Iglesia partidarios de Alfonso Raimúndez (el que luego será Alfonso VII) presionan al Papa para anular este matrimonio so pretexto de su consanguinidad por ser los dos biznietos de Sancho el Mayor.

La anulación papal se hace efectiva en 1110, que llegó a excomulgar a los monarcas por no cumplir con la separación en un primer momento.

En 1114, convencido de que la unificación por vía matrimonial del reino de Castilla y León con el de Aragón no sería viable, dada las diferencias con su esposa y la predilección castellanoleonesa por su hijastro Alfonso Raimúndez, decide repudiar a Urraca y centrarse más en su afán conquistador contra los musulmanes, aunque sin abandonar completamente su pugna por Castilla.

En los años sucesivos firma dos tratados de paz con su exesposa, hasta que los interminables conflictos con Castilla terminarán definitivamente entre 1126 y 1127, con la Paz de Tamara.

En 1126, de nuevo, los ejércitos aragoneses de Alfonso el Batallador están a punto de enfrentarse a los de Alfonso VII, que recién muerta su madre Urraca ha sido proclamado rey. La batalla, que iba a celebrarse en tierras palentinas, no llega a iniciarse gracias a la intervención de las autoridades eclesiásticas de ambos reinos que exigen no derramar más sangre cristiana en este conflicto civil y poner todas las energías en la conquista de la España mora.

Fruto de este acuerdo se firmarán las Paces o Pacto de Tamara (Tamara de Campos) en 1127. En él, Alfonso I El Batallador renuncia al empleo del título de emperador, que llevaba adjudicándose desde su boda con Urraca.
Además, Aragón cede los territorios castellanoleoneses todavía en manos del Batallador como consecuencia de las guerras del siglo XII.

Por su parte, León y Castilla devuelven a Aragón los territorios conquistados a partir de las batalla de Atapuerca (1054) y la muerte de Sancho el de Peñalén en 1076, lo que supone la entrega de Vizcaya, Alava, Guipúzcoa, Soria, San Esteban de Gormaz, parte de la provincia de Burgos (Belorado y La Bureba, hasta cerca de Burgos) y La Rioja.

El problema sucesorio
Alfonso sólo estuvo casado con Urraca pero no tuvo descendencia. Así, en 1131, siguiendo su modo de pensar en términos piadosos y de cruzada, redacta un peculiar y extraño testamento repartiendo su reino entre las órdenes militares del Temple, Santo Sepulcro y San Juan del Hospital.

Como rey guerrero, su muerte no pudo sobrevenir de otra manera que no fuera por las armas. Efectivamente, Alfonso fallece consecuencia de las heridas sufridas en el asedio a Fraga en el año 1134.

Los nobles consideran irrealizable el testamento, pues las órdenes militares aludidas no pueden acometer el gobierno, por lo que no reconocen los deseos del monarca fallecido y el reino se vuelve a fragmentar, después de medio siglo, en Aragón y Navarra. Aragón pasa a manos de Don Ramiro el Monje, hermano del fallecido, que reinará como Ramiro II. Navarra, por su parte, es entregada a García Ramírez "El Restaurador".

Contexto Artístico durante el reinado de Alfonso I el Batallador

Los años del reinado de Alfonso el Batallador son la continuidad de las gloriosas décadas finales del siglo XI donde en Aragón se construye ya en un románico pleno de gran perfección arquitectónica y escultórica.

Por su parte, la participación de Alfonso I en la política castellanoleonesa va a servir para que el románico aragonés penetre hacia Castilla, como queda patente en Segovia, ciudad preferida por Alfonso, donde en la iglesia de San Millán se reproduce la planta de la catedral de Jaca (a escala menor) o en numerosos detalles arquitectónicos y ornamentales de muchas de las iglesias de la provincia.

En tierras sorianas, esta influencia se deja notar en otros tantos lugares, pero es especialmente notable en ciudad de Ágreda.

En cualquier caso y al margen de este periodo de inestable unión de los dos reinos, las influencias mutuas entre el románico castellano, navarro y aragonés van a ser intensas durante todo el periodo románico (hasta comienzos del siglo XIII), donde la itinerancia de talleres va a ser muy frecuente y las fronteras entre reinos, muy permeable.

Tal día como hoy en 1118 entraba Alfonso I y conquistaba Zaragoza a los moros Es mi homenaje particular al mejor rey que ha tenido Aragón

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